El índice de precios aumentó 2,1%, más de cinco décimas que la previsión oficial. El dato provocó una purga en el ente que elabora las estadísticas. El maquillaje a las cifras y el debate de fondo: ¿suba coyuntural o inflación reprimida?
Por Lucio Di Matteo
Fuente: Revista Fortuna
Mataron al mensajero, y ahora van a tapar el sol con un dedo. Dos frases trilladas, pero que explican el cambio de la funcionaria que elabora el Indice de Precios al Consumidor (IPC) en el INDEC. Graciela Bevacqua, quien ahora disfruta de unas vacaciones forzosas, era la directora de Precios del organismo oficial. Es decir, la mensajera encargada de dar una mala noticia: la inflación de enero superaría ampliamente al 1,3% del mismo mes de 2006. ¿Llegaría –como durante el primer mes de 2005– al 1,5%, tal como voceros oficiosos del Gobierno se encargaron de instalar? Con los datos prelimares de los últimos días de enero, en Economía corroboraron que el problema era mucho mayor: sin retoques, la inflación real del mes llega a 2,1%, según confirmaron a FORTUNA fuentes del organismo a cargo del relevamiento.
El dato resulta intolerable para la presidencia de Néstor Kirchner, en el inicio del año electoral. Pero el problema no es sólo leído en términos políticos sino también económicos. El promedio de inflación del primer trimestre, en general afectado por la estacionalidad, suele marcar la tendencia de la evolución de los precios durante el resto del año. Un indicador apenas décimas por debajo del que se registró en enero de 2002, cuando se devaluó después de once años de convertibilidad y estabilidad de precios, genera una expectativa inflacionaria de dos dígitos largos (¿por arriba del 15%?), difícil de calmar y fácil de convertir en realidad.
"Por unas décimas por arriba del 1,5% que se esperaba, pero sobre el que todo el mundo estaba atento, no valía la pena hacer un cambio de estas características. El problema es mucho mayor, por eso se avanzó tan rápidamente sobre INDEC", admitieron fuentes oficiales. En este contexto, en el Gobierno calcularon –mal– que tal vez era mejor pagar el costo político de un despido desprolijo, que el de una inflación en franca alza.
ALTA INFLACIÓN. Un reconocimiento oficial de que la inflación superó las previsiones del propio Gobierno, deja a la administración kirchnerista mal parada respecto de su capacidad de gestión para tener bajo control las variables económicas clave. Además, abona la teoría de quienes creen que, más que un efecto coyuntural por el aumento de consumo en el verano, el foco está en la inflación reprimida combinada con políticas expansivas tanto de emisión monetaria como de gasto público.
La reimplantación de este debate, por sí mismo, hacer resurgir el riesgo de la profecía autocumplida. Quizás por ello, dos economistas de signos opuestos prefieren bajar el tono, pero sin dejar de reconocer que la economía argentina es, hoy, intrínsecamente inflacionaria. "Un 2% en enero no proyectaría automáticamente alta inflación para todo el año. Pero, con la economía en franca expansión, los precios están en pole position", señala Carlos Melconian. "Enero siempre tiene alta inflación por estacionalidad, a lo que este año se suman las cuotas de las prepagas. En cuanto al resto del año, el pobre comportamiento alienta una inflación que difícilmente baje del 1% mensual", apunta Claudio Lozano.
En cuanto a enero, según el análisis técnico de los confidentes del INDEC, el índice de precios se disparó por la conjunción de un mayor consumo estacional por vacaciones de verano, apuntalado por el gasto de los turistas del exterior que ejerce fuerte presión sobre los precios. El golpe de gracia lo dieron los aumentos de las prepagas: otro error de cálculo del Gobierno, que previó un incremento no mayor a 10% de las cuotas y más tendiente a 6% que el 22% que las empresas de medicina privada comenzaron a aplicar. "Con este aumento de las prepagas, es difícil que el IPC llegue a menos que 2%, excepto que se cambie la forma de medirlo", confirma Melconian.
Otra lectura, en tanto, apunta a las regulaciones, controles, acuerdos y la inflación contenida. Desde esta perspectiva, el indicador de enero es sólo el síntoma del problema de fondo, la falta de sinceramiento de precios y las distorsiones de los precios relativos.
Ante este panorama, las políticas económicas posibles son varias:
Monetaria: absorber dinero en circulación (secar la plaza, en la jerga financiera) para restarle presión al consumo. Una decisión de estas caracterísiticas traería aparejado, por un lado, un enfriamiento de la economía, costo que muchos asesores públicos y privados (incluso el ex ministro Lavagna, días antes de su alejamiento del Gobierno) le aconsejaron a Kirchner asumir. Por el otro lado, implicaría menor emisión del Banco Central para comprar dólares, con lo cual la cotización del billete podría tender a bajar de los $ 3, otro efecto no deseado por el Gobierno.
l Oferta: incentivar inversiones para que haya más bienes a menos precios, particularmente en aquellos sectores en los que se registran cuellos de botella y presionan sobre el índice de inflación como la energía. En la actualidad, gran parte de la inversión se refiere a construcción residencial, que no produce mayor oferta de bienes.
Salarios: moderar los aumentos para, otra vez, contener el incremento del consumo y también la expectativa inflacionaria que la suba produce.
l Gasto público: a la par del aumento de los ingresos fiscales, el Gobierno viene aumentando el gasto público sin poner en riesgo el superávit, al menos de la Nación (las provincias sí registrarán déficit este año). Aunque las cuentas públicas no quedaron afectadas, el mayor gasto del Estado presiona sobre el nivel de precios de la economía. Cerrar el grifo desactivaría esta presión pero la consecuencia sería un enfriamiento de la economía.
Todas estas medidas, sin embargo, aun cuando se tomaran de inmediato, no resuelven el problema "de hoy", sino el de mañana y, en el mejor de los casos, el de pasado mañana. Pero, como es moneda corriente en los últimos tiempos, la respuesta "para hoy" no vino desde el lado de la política económica, sino del lado del apriete y la consolidación de cuadros propios. Es decir, se intenta tapar el sol con un dedo.
LA "DELEGADA". A última hora del lunes 29, cuando llegó para asumir en su nueva tarea. Beatriz Paglieri se presentó como "la delegada de la ministra de Economía".
Desde ese mismo momento, los empleados del INDEC –cuadros técnicos no oficialistas– empezaron a hablar de "intervención". La función de la nueva directora de Precios es elaborar ("dibujar", dicen algunos) un IPC menor al que venía realizando Bevacqua, quien se resistió a aislar las variables que más aumentaron el mes pasado para morigerar el impacto.
Beatriz Paglieri, la reemplazante, "es Guillermo Moreno 100%", confiesa un economista que la conoce desde hace tiempo. En su tercer día de gestión, ya nadie dudaba de ello en el INDEC. Ese caluroso jueves, el 1° de febrero, Paglieri levantó la temperatura en el organismo oficial de estadísticas. Pidió la lista completa de los comercios donde se relevan precios, algo que a Moreno le negaron hace algunos meses, y cuya revelación violaría el secreto estadístico que firmó cada trabajador del INDEC. Al rechazo de sus subordinados, poco después se sumó un momento de tensión. Cuando 300 empleados le gritaban "que se vaya, que se vaya", Paglieri descubrió qué poco oportuno fue su pedido. A las 15:30, la flamante y resistida funcionaria abandonaba el edificio de Diagonal Sur y Perú por la cochera.
Hasta la semana pasada, Paglieri era los ojos y oídos de Moreno en la Secretaría de Agricultura, para el seguimiento de los precios de la carne y los granos, además de interlocutora con los empresarios del sector en representación de su jefe político. El mismo del que ahora debería guardar distancia profesional, en aras de mantener la transparencia y la credibilidad de las estadísticas oficiales.
Aunque el trabajo de los encuestadores arroje 2,1%, el número final será menos alarmista y menos real. El dedo está, pero el sol que tapa, y una escalada de precios tan caliente como el astro, también.
LA PURGA. A principios de año fue José Luis Maia, el director de Política Macroeconómica, quien perdió su puesto por la cercanía que supo tener con Lavagna. Ahora le tocó el turno a Bevacqua, que cometió el pecado de elaborar el IPC sin seguir "instrucciones" o "sugerencias" políticas. Y la purga podría continuar: "se vienen más cambios en el INDEC y el Ministerio", señala alguien cercano a Miceli.
Es más, ya hay otra candidata a tomarse vacaciones obligatorias: Clyde Trabuchi, directora de Estadísticas de Condiciones de Vida. Si el doblete Bevacqua/Trabuchi se confirma, el Gobierno pondrá gente propia a medir los índices de inflación y pobreza, los que más impactan sobre la opinión pública y el humor social. En un año electoral: bingo o pleno.
Por otra parte, en los casos de Maia y Bevacqua, decisión y reemplazo fueron sorprendentes. A Maia le pidieron la renuncia en tres horas. El caso de Bevacqua fue menos elegante aún: la impidieron la entrada al INDEC, la obligaron a redactar su licencia en un bar cercano, y mientras lo hacía le alcanzaron el contenido de su escritorio. "Acá tenés tus cosas", le dijeron secamente.
El lunes 29, mientras la sorprendida Bevacqua era protagonista pasiva de estos hechos, la reemplazante Paglieri ya estaba sentada frente a la computadora de la cual sale el IPC, y que perteneciera a la desplazada. Poco después, gente de la ministra Miceli comenzó a hablar de los "30 años en el Ministerio" y la "solidez técnica" de Paglieri. Una visión que, excepto en el círculo más próximo a la titular de Economía, nadie defiende.
"Por calidad profesional, no le alcanza ni para empezar a trabajar en el INDEC", dispara un funcionario del Gobierno. Su currículum formal habla de tres décadas en la función pública, y su cargo más relevante fue en el Ministerio de la Producción bonaerense: subsecretaria de Relaciones Económicas Internacionales entre junio de 2004 y diciembre de 2005.
PACTO. Hace algunos meses, parecía que la purga iba a comenzar por el titular del INDEC, Lelio Mármora. De hecho, así estaba decidido en el Gobierno hacia fines del año pasado, cuando Miceli le ofreció el cargo a un funcionario de la administración de Solá. El nombre del candidato no contaba con el visto bueno de Moreno y finalmente Kirchner consideró demasiado arriesgado hacer el enroque en los últimos meses del año, por temor a un impacto en los índices que afectaran todo el año.
De esta forma, la decisión se postergó a 2007. En los primeros días del año, el todavía jefe del INDEC se reunió con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. En ese encuentro, relataron fuentes de Gobierno, se le aseguró a Mármora su continuidad al frente del organismo estadístico, siempre y cuando no objetara ni le diera mayor voltaje político a los desplazamientos y reemplazos de cuadros técnicos.
El hombre cumplió. El despido de Bevacqua sólo provocó el impulso al silencio de Mármora, la "prueba de amor" que el Gobierno le pedía. Designado en su momento por Lavagna, hoy está firme en su cargo.
"Mármora se lavó las manos", se indignaban los empleados del INDEC. Fue el miércoles pasado, mientras un centenar de ellos protestaban públicamente por la suerte que corrió Bevacqua, a la que sentían como proyección de su propio futuro. "No a la intervención, no a la intervención", cantaban en señal de protesta.
La forma legal tampoco aparece clara. El decreto nombrando a Paglieri todavía no se promulgó, por lo que su nombramiento no es técnicamente una intervención; pero tampoco llegó al cargo por concurso, como sí lo había hecho Bevacqua. Estela Palomeque, la felicista secretaria de Legal y Técnica, ya encontrará la fórmula adecuada para desplazar sin echar. Los casos Maia y Bevacqua corroboran que echar a alguien del Estado es muy difícil, pero moverlos por decisión política, no.
Cuando se conozca un IPC de enero menor o igual al 1,5%, el Gobierno estará actuando como el personaje de Roberto Beninni en La vida es bella. En esa película, un padre se esfuerza por ocultarle a su hijo que viven la Segunda Guerra Mundial. La necesidad de callarse para no delatar su origen italiano, o la de esconderse para evitar soldados alemanes, son presentadas por el padre como juegos. Algo parecido podría ocurrir con la inflación en la Argentina. Pero un consumidor es más difícil de convencer que un niño incrédulo, y Guillermo Moreno está lejos de la candidez que destila Roberto Bennini.
Las debilidades políticas.
Es de proporciones gigantescas, el costo político que el gobierno debe pagar, por la manipulación del dato inflacionario del mes de enero, metiéndose de lleno en el INDEC. La percepción de “doña Rosa” (como decía el “desaparecido” Bernardo N), es de precios que caminan (o corren) por otro andarivel. Ese 1.1% dibujado en enero no se lo cree nadie, y establece un precedente de falta de credibilidad sobre varios indicadores, como una mancha que se extenderá inevitablemente, sobre la superficie de otros datos oficiales.
Lo que quiso ocultarse, resultó mas evidente que nunca, y a nadie le sirve esta mentira absurda, que se acerca a la ciencia ficción.
A mi entender, es el tercer gran error de esta administración, luego de la reforma del Consejo de la Magistratura, y la apuesta fallida de las elecciones misioneras, todas en la linea de una intervención desmedida y desproporcionada del Ejecutivo en términos institucionales y poco entendibles, desde el punto de vista del rédito político.
Si bien es cierto que es urgente encontrar las formas de reducir el valor de la inflación y que, ciertos mecanismos de control, fueron relativamente eficaces en el corto plazo, el movimiento de los precios, va mas allá de ese valor mágico anunciado mes a mes. Se sienten inevitablemente en el bolsillo, se ven cuando se advierten notables diferencias entre los listados oficiales y los listados reales, en el caso de los precios de las verduras, en el día a día.
Loco!, la lechuga cuesta 4 mangos!, a mi no me engañas Felisa!
Por José Antonio Díaz (desde Punta del Este) jdiaz@perfil.com.ar
Noticias: ¿Por qué sigue funcionando el modelo kirchnerista?
Carlos Melconian: Porque el 2001 fue sólo el vómito, la crisis la marcó el estallido de la Convertibilidad. Y empezamos a salir por una combinación de herencia, mérito y suerte, en proporciones iguales. Herencia, porque fue más fácil administrar la crisis post ’90 que la crisis post ’80. Es decir: en los ’90 hubo un cambio organizacional de la economía gracias a la sobreinversión y las mejoras tecnológicas y productivas. Y si no, pregúntele al campo por qué cosecha la cantidad de toneladas que hoy cosecha. Claro, quedaron problemas que el vómito, desprolijamente, intentó reencauzar. Y las secuelas sociales…
Noticias: ¿Una herencia noventista positiva para el actual modelo?
Melconian: Es que cuando digo herencia marco la inversión que se hizo, que pudimos capitalizar los años siguientes. Destaco la gran capacidad energética de esos tiempos, que nos permitió estar cinco años sin poner un peso con la economía creciendo muy fuerte y sin crisis energética. Destaco aquel Banco Central sin deudas, que permite hoy comprar dólares acumulando 42.000 millones de pesos de deuda, aunque la actual tasa de acumulación de deuda no pueda sostenerse en el futuro.
Noticias: ¿Y la suerte?
Melconian: La suerte es el contexto internacional. El mundo que le tocó vivir a Fernando de la Rúa, por ejemplo, era muy diferente al actual: tal vez ahora hubiera tenido más oxígeno. La bonanza latinoamericana, por ejemplo, es una realidad admitida internacionalmente…
Noticias: Algún mérito tendrá el Presidente…
Melconian: Tiene dos: en política y en política económica. El mérito político consistió en que, en una sociedad acostumbrada a caudillos y a seguir a tipos con autoridad, él supo recuperar el manejo del poder. Pasamos de la preocupación por un Presidente que había sacado menos votos que el radical Arturo Illia, y que había que sostener para que no se cayera, a un hombre que quiere quedarse en el poder el resto de su vida… Y el mérito económico consistió en demostrar que, así como la Convertibilidad fue la gran ‘pichicata’ para bajar la inflación del 5.000% al 0%, el keynesianismo expansivo que funcionó hasta el 2005 podía ser el remedio ideal contra la recesión, la deflación, el desempleo y los bajos salarios. Esa fue la lección.
Noticias: Ahora tenemos inflación, déficit energético, inversión retrasada, mega deuda de la provincia de Buenos Aires. El Gobierno niega todo y apela a los buenos índices de la macro…
Melconian: Cuando se habla de sustentabilidad, existe una gran tentación de ir a los temas de fondo y está bárbaro. Son todos esos temas que usted menciona. Y le sumaría otro más: tenemos que terminar de resolver lo no resuelto, que se propagandiza desde el Gobierno como ya resuelto y no lo está, la deuda. Pero hay una cuestión bien profunda que no mencionó: la macroeconomía. Que no es inversiones, ni energía, ni déficits provinciales, ni deuda… Es la inflación, el tipo de cambio, la política monetaria y fiscal. ¿O la política monetaria del Banco Central no es un tema pendiente, tanto o más que la energía o la inversión que se han popularizado como pendientes? Sí, es recontrapendiente. Pero la preocupación oficial es evitar que se corte la luz en los siete barrios de la Capital donde se puede armar un despelote con los vecinos…
Noticias: ¿Usted aconsejaría entonces una especie de service macroeconómico, un reajuste? Porque todos coinciden en que la macro, justamente, es lo que mejor anda.
Melconian: Si tomamos tasa de crecimiento económico, tasa de empleo y salarios y tasa de inflación, podemos hacer un primer decantamiento. ¿Cómo está la Argentina? Cuatro años creciendo al 9%. Y con un desempleo que bajó genuinamente: hasta es paradójico que un gobierno propagandístico no propagandice más que, aún habiendo aumentado la tasa de actividad en el país, o sea la cantidad de gente que busca trabajo, el índice de empleo haya bajado durante su gestión a un porcentaje cercano a un dígito. Algunos críticos dicen que el Gobierno encubre algunos puntos con los Planes Jefes y Jefas: nada que ver. La baja es genuina. Y está la inflación, es el índice menos creíble. No hace falta ser economista o empresario para saber que el 9.8% del 2006 no fue real. Entonces, ¿la macroeconomía anda bien? En parte, muy bien. Y en parte, más o menos. Porque la macro es la suma de esos indicadores, más el aturdimiento mensual sobre el consumo: shoppings, cines, autos, construcción, shoppings, autos… ¿Y las cosas están tan mal que hay que hacer un service macro? No, pero como venimos con el fierro a fondo, en algún momento se va a necesitar un service…
Noticias: ¿Ese ajuste entonces no pretendería negar los éxitos sino poner la atención en otros puntos?
Melconian: Lo pondría así: o el Gobierno ve la necesidad de un service de la macroeconomía o sigue con el capricho de querer ‘la chancha y los veinte’. Estoy tentado a decirle que el Presidente está muy entusiasmado con ‘la chancha y los veinte’, incluso si no hubiera elecciones. Pero con elecciones, más. O sea, quiere conservar la actual tasa de crecimiento, pero sin inflación. Quiere sostener el dólar a 3.10 ó 3.12 en un país exportador de alimentos, pero mantener congelado los precios internos. Quiere mantener la tasa de interés para el depositante, en términos reales negativa, pero que haya créditos de largo plazo a un interés barato. Quiere tarifas residenciales de los servicios congelada, pero que a la vez haya inversión en energía y que no se corte la luz. Quiere continuar emitiendo moneda para mantener alto el dólar, pero que el Banco Central tenga superávit cuasifiscal. La ‘chancha y los veinte’ tiene el problema de los cortocircuitos de la economía real...
Noticias: La inflación, por ejemplo...
Melconian: Claro. El promedio mundial de 180 países, si se excluyen los que tienen dos dígitos, da una tasa de inflación del 3%. ¿Quiénes tienen dos dígitos? Afganistán, Venezuela, Nigeria, Rusia, Turquía, Zambia, Uzbekistán, Ghana, Irán, Surinam, Serbia, Congo, Moldavia, Kenia, República Dominicana, Guinea, Yemen, Haití, Jamaica, Togo y Zimbawe… Y Argentina. De esos 180 países, sólo cinco no crecen. Es el mejor mundo de los últimos 40 años: es una suerte, y a la vez, un desafío para autocorregirnos. El service sería cómo encontrarle un equilibrio a la ‘chancha y los veinte’.
Noticias: ¿Y también significaría enfriar la economía?
Melconian: En el debate incivilizado de la Argentina de hoy, del que participan algunos colegas míos y ciertos funcionarios del Gobierno, está esa idea. Pero deberíamos demostrar que se puede bajar la inflación -y lo tenemos que hacer, pese a los números de Moreno- sin enfriar la economía. Ir a la tasa de inflación internacional no supone abandonar el crecimiento. Discutámoslo, animémonos.
Noticias: Pero lo que se discute ahora es el índice del Indec, no la inflación. ¿Qué opina del intento oficial de manipular la encuesta de precios?
Melconian: El tironeo en el Indec por el índice de inflación tiene varias aristas. Una hace a la institucionalidad. Otra a la inflación "alta" como tema estructural que se ha vuelto a instalar en la Argentina. Y finalmente, y casi como hecho anecdótico, el 1.1% de enero propiamente dicho. La forma y la oportunidad de los cambios en el Instituto no fueron las más adecuadas. No significa que los Institutos de Estadísticas sean perfectos e intocables. Por supuesto que siempre se pueden mejorar. Pero hacer creer que así se mejora profesionalmente la elaboración del índice, es embarrar la cancha y suponer que hay 40 millones de giles. Claro, ahora hay dudas, suspicacias y confusión. Lo del Indec es un eslabón más de la cadena en la que el fin justifica los medios. Los insultos de mafia y todo eso no merecen ni ser comentados. Es una vergüenza, aún para aquellos que nos jactamos de haber nacido y mantenido los códigos de barrio: en el barrio, el mafioso y forajido es un jodido mal, por lo que esa calificación para la gente del Instituto es realmente un disparate que merece una disculpa pública...
Noticias: ¿Por qué cree que el Gobierno es tan negador de la inflación?
Melconian: Porque corre de atrás... El actual programa económico es cebador de la demanda interna y pro-inflacionario por los niveles de inversión que hoy tiene la economía. El año pasado se contuvo la estadística inflacionaria, no la inflación, controlando precios, prohibiendo exportaciones y manteniendo congeladas y subsidiadas las tarifas residenciales y el transporte de pasajeros. Pero está instalado un piso alto de inflación. Por eso, cualquier suba puntual mete ruido y obliga al Gobierno a correr detrás de los acontecimientos. Este enero fue la medicina prepaga, otras veces fue la carne, las expensas, los encargados, los colegios, el pan o la leche. La realidad es que los precios están para subir 1% por mes y los controles son cada vez más costosos y menos eficaces.
Noticias: ¿Venía tan mal el índice de enero para que el Gobierno se descontrolara así?
Melconian: El mes venía para el 1,7 ó 1,9% de inflación. Era una muy mala señal, porque se hubiera comprobado que, con control y todo, la inflación del mes y del trimestre es ahora superior a la del año pasado, que fue la que hizo reaccionar al Gobierno. Para redondear el 1.1% influyeron el turismo y la medicina prepaga. Justamente, fueron los rubros donde el relevamiento del Indec generó más dudas por lo bajo de sus guarismos. Es decir: para el Instituto los precios del sector turístico casi no aumentaron, cuando tuvimos la mejor temporada turística de los últimos 15 años. Como mínimo, luce raro. Igual, más allá de lo puntual y de las dudas, si se mira cada ítem de la encuesta prácticamente la generalidad del índice está subiendo en torno al 1% mensual, salvo las tarifas que están congeladas. Por lo tanto, a partir de ahora, todos los meses habrá cimbronazos...
Noticias: ¿Diría que el Gobierno no sabe qué hacer?
Melconian: Mire, desde lo profesional y la buena leche, yo mismo coincidí en la necesidad de calmar las expectativas inflacionarias. Lo mismo hice públicamente con los recientes cambios provisionales. No me tiemblan las piernas porque las políticas públicas sean activas. Pero el Gobierno primero te toma la mano y termina agarrándote el brazo: creo que se cava su propia tumba aún con los que le dan la derecha.
Noticias: En una palabra, el 2007 está perdido para hacer ese service de la macroeconomía: hay elecciones…
Melconian: Sí, claro. El objetivo político del Gobierno, claramente, es no bajarse de ‘la chancha y los veinte’. Porque entre la herencia y el mérito, la suerte fue creciendo: en el último tiempo, la espectacular suba de los precios internacionales hizo que el Gobierno pueda darse el lujo de seguir aumentando las retenciones y que haya sectores del campo donde es igual de fuerte su decisión de ir al paro como la necesidad de seguir ganando plata. Es todo tan favorable que da para todo. ¿La familia ordenó la empresa? No, pero están ganando tanta guita que no importa que los hermanos estén todos peleados y que el viejo haga lo que quiera: entra tanto que les conviene a todos. El Gobierno quiere seguir a 180 por hora, mira al mundo y ve que le da el cuero. Entonces: Plan Quinquenal yo no quiero, pero me gustaría saber qué harán con la economía en los próximos cinco años.
Noticias: ¿No será que funciona la impunidad de una buena Caja y eso mata la política, incluso la oficialista?
Melconian: Puede ser… Cuanto más inocente me hago ante su pregunta, más interrogantes quiero dejar. Pero ojo: bonanza macroeconómica ha significado una Caja infalible en todos lados. La bonanza macro que le dio el cobre a Chile es equivalente a la bonanza de las retenciones a la soja aquí. Pero Michelle Bachelet armó un fondo para la década siguiente para afrontar el problema de un sistema jubilatorio que va a tener más beneficiarios que aportantes. Y ella no sabe quién va a gobernar Chile dentro de diez años. Y nenes de pecho no deben ser: saben lo que es una Caja rebosante de recursos, la diferencia es que no se la patinan ni la rifan y van encanutando todo lo que haga falta.
Noticias: ¿Por dónde empezar para que esto no sea sólo un esquema económico rentable sino un modelo de desarrollo estable para los próximos 15 ó 20 años?
Melconian: Claro, está muy bien esa opción… Pero el 2007 va a ser el año del enamoramiento del actual esquema. Así fueron el ’97 y el ‘99: con Roque Fernández parecía que se había superado la Cavallo-dependencia y el mundo nos sonreía tanto como ahora, apareció el piloto automático liberal; y con la Alianza, surgió el otro piloto automático, la continuidad de la macroeconomía de la Convertibilidad menos Menem. Eso en medio de la falta de rentabilidad y de competitividad, pero ganaron y se enamoraron de la fórmula. En ambos casos, era el momento de replantearse las cosas, antes de que se pudriera todo. Ahora me dicen: ‘Pero hay superávit fiscal’. Sí, y antes decían, los menemistas y después los antimenemistas de la Alianza: ‘Si hace falta, dolarizamos’. Ahora estamos todos enamorados del keynesianismo anticrisis.
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