Inflación, el mejor plan de los opositores
Las grietas en el mayor de los éxitos K La economía es la principal fortaleza del Gobierno de cara a las elecciones. Pero es también su talón de Aquiles. Los errores tácticos en el año de la economía como eje de la política.
Por Diego Valenzuela
Se transita un año político, en el que la economía está en el centro de la escena. Y lo está, paradójicamente, tanto como punto fuerte del Gobierno como representando una esperanza de cambio para los opositores. El oficialismo se refugia, cada vez que las circunstancias lo apremian, en los buenos datos económicos. Como cuando sucedió la derrota en Misiones y el Presidente salió a cambiar el humor hablando de los logros económicos y por lo bajo se dedicó a dar por terminados los intentos releccionistas provinciales que estaban en marcha en Jujuy y Buenos Aires.
FORTALEZA O DEBILIDAD.
Siempre se dice, aquí y en el mundo, que es muy difícil que pierda una elección un gobierno al que le va bien económicamente (a no ser que medie algún hecho político conmocionante, como fueron los atentados de Atocha para el Partido Popular en España). En la economía radica la principal fortaleza de Néstor Kirchner, pero en ella se esconde también la posibilidad de un cambio de humor social que le puede hacer perder popularidad y margen de maniobra. La escasez energética y la aceleración inflacionaria así lo han sugerido durante los últimos meses. En general se analiza cómo la política impacta en la economía, cómo las pujas políticas meten ruido en el proceso de toma de decisiones de los agentes económicos. En la actualidad, en cambio, se trata de analizar cómo la política hace uso de la economía con fines de legitimación o desgaste del adversario. La inflación ha quedado en el centro de la discusión política y lo estará hasta el momento de la elección.
"Se han abierto grietas en la política oficial, que nos permiten albergar esperanzas de tener una elección más competitiva, y se van a acentuar de aquí a octubre. La principal es la inflación", asegura un dirigente opositor que milita en el campamento lavagnista. La inflación creciente, especialmente en alimentos, las actitudes sospechosas de Guillermo Moreno, el intervencionismo oficial en los mercados y, por último, la manipulación de las estadísticas del INDEC, se combinan en un cóctel que representa un dilema político para el Gobierno. En la opinión pública ya se instaló que hay más inflación y que no resultan creíbles los índices oficiales. Pero además, el Gobierno no quiere enfriar la economía (resiste presiones por ser un año electoral), y aspira a hacer posible algo siempre difícil: alto crecimiento con baja inflación. Y lo logra parcialmente, pero con acuerdos que han mutado en controles, intervención en las decisiones empresarias, presiones políticas, y manipulación de las estadísticas. Logra bajar los índices pero paga costos políticos, y además observa cómo el aumento de precios de alimentos se dispara hasta un 2,6 % mensual en enero, un 35 % anual si se proyectan a todo 2007 los datos de los últimos tres meses (aumento del 7,6 %). Un resultado que pone en duda la efectividad actual de los acuerdos o controles de precios. Así las cosas, la economía es la máxima fortaleza para el Gobierno de cara a las elecciones, por el elevado y sostenido crecimiento, y por la evolución del consumo, el empleo y la producción, que sin dudas contagian de optimismo a buena parte de la sociedad. Pero llamativamente, por los efectos del alto crecimiento, la economía también aparece como el talón de aquiles del Gobierno.
"Se han abierto grietas en la política oficial, que nos permiten albergar esperanzas de tener una elección más competitiva, y se van a acentuar de aquí a octubre. La principal es la inflación", asegura un dirigente opositor que milita en el campamento lavagnista. La inflación creciente, especialmente en alimentos, las actitudes sospechosas de Guillermo Moreno, el intervencionismo oficial en los mercados y, por último, la manipulación de las estadísticas del INDEC, se combinan en un cóctel que representa un dilema político para el Gobierno. En la opinión pública ya se instaló que hay más inflación y que no resultan creíbles los índices oficiales. Pero además, el Gobierno no quiere enfriar la economía (resiste presiones por ser un año electoral), y aspira a hacer posible algo siempre difícil: alto crecimiento con baja inflación. Y lo logra parcialmente, pero con acuerdos que han mutado en controles, intervención en las decisiones empresarias, presiones políticas, y manipulación de las estadísticas. Logra bajar los índices pero paga costos políticos, y además observa cómo el aumento de precios de alimentos se dispara hasta un 2,6 % mensual en enero, un 35 % anual si se proyectan a todo 2007 los datos de los últimos tres meses (aumento del 7,6 %). Un resultado que pone en duda la efectividad actual de los acuerdos o controles de precios. Así las cosas, la economía es la máxima fortaleza para el Gobierno de cara a las elecciones, por el elevado y sostenido crecimiento, y por la evolución del consumo, el empleo y la producción, que sin dudas contagian de optimismo a buena parte de la sociedad. Pero llamativamente, por los efectos del alto crecimiento, la economía también aparece como el talón de aquiles del Gobierno.
OTRA VEREDA.
No sólo el oficialismo manipula a la economía: la oposición viene buscando cómo esmerilar a Kirchner no sólo con sus "descuidos" institucionales sino también con aspectos derivados de la política económica, como la llamada crisis energética o el rebrote inflacionario. La primera se quedó en veremos, porque a pesar del elevado calor de diciembre y enero (y de tener todos los aires acondicionados prendidos a la vez), el sistema eléctrico se ha mantenido funcionando sin grandes sobresaltos. No era cierto que no pasaba nada, porque es cierto que falta energía, pero tampoco era cierto que en tiempos de calor se venía una catástrofe.
La oposición ha sobreactuado por razones políticas la inminencia de una debacle energética.
Ahora es la inflación el tema preferido. Hasta podría decirse que hoy el programa opositor se reduce a que le vaya mal al Gobierno para que cambie el escenario y el humor político de la sociedad. Y que la principal propuesta de los opositores es que suba aún más la inflación. Necesitan grietas en el poder presidencial, y hoy la inflación juega el rol que jugó hace meses la "crisis energética". Como la economía está firme y no hay grandes flancos para debilitar al Gobierno en este terreno, se apuesta por el miedo a la inflación. Es cierto que el oficialismo le entrega pretextos servidos a los opositores, como ha sucedido con su burdo manejo de las estadísticas. Sacar funcionarios justo con un índice caliente o poner como insumos para armar el IPC a información de organismos del Poder Ejecutivo en lugar de datos de precios relevados en el campo son pasos en falso que tornan inverosímil al IPC de enero. Pero hoy en la Argentina hay una oposición fragmentada que come de los problemas de la política oficial (energía, precios, Misiones) y a la que le cuesta encontrar temas diferenciadores por la positiva. La economía es terreno clave para la discusión política en este año electoral. Ya no es la inseguridad, menos la educación o las relaciones internacionales (salvo por el conflicto por las pasteras con Uruguay). A la economía la manipulan tanto los oficialistas como los opositores, generando confusión, descreimiento o miedo en la sociedad. El Gobierno está firme con su receta: alto crecimiento, control de la inflación con métodos "heterodoxos", y gambeta a todo tipo de ajustes o correcciones. La oposición, encerrada en su incapacidad para plantear una verdadera instancia superadora, queda reducida a agrandar las grietas que aparecen o que deja abiertas el Gobierno, especialmente en el campo económico.
La oposición ha sobreactuado por razones políticas la inminencia de una debacle energética.
Ahora es la inflación el tema preferido. Hasta podría decirse que hoy el programa opositor se reduce a que le vaya mal al Gobierno para que cambie el escenario y el humor político de la sociedad. Y que la principal propuesta de los opositores es que suba aún más la inflación. Necesitan grietas en el poder presidencial, y hoy la inflación juega el rol que jugó hace meses la "crisis energética". Como la economía está firme y no hay grandes flancos para debilitar al Gobierno en este terreno, se apuesta por el miedo a la inflación. Es cierto que el oficialismo le entrega pretextos servidos a los opositores, como ha sucedido con su burdo manejo de las estadísticas. Sacar funcionarios justo con un índice caliente o poner como insumos para armar el IPC a información de organismos del Poder Ejecutivo en lugar de datos de precios relevados en el campo son pasos en falso que tornan inverosímil al IPC de enero. Pero hoy en la Argentina hay una oposición fragmentada que come de los problemas de la política oficial (energía, precios, Misiones) y a la que le cuesta encontrar temas diferenciadores por la positiva. La economía es terreno clave para la discusión política en este año electoral. Ya no es la inseguridad, menos la educación o las relaciones internacionales (salvo por el conflicto por las pasteras con Uruguay). A la economía la manipulan tanto los oficialistas como los opositores, generando confusión, descreimiento o miedo en la sociedad. El Gobierno está firme con su receta: alto crecimiento, control de la inflación con métodos "heterodoxos", y gambeta a todo tipo de ajustes o correcciones. La oposición, encerrada en su incapacidad para plantear una verdadera instancia superadora, queda reducida a agrandar las grietas que aparecen o que deja abiertas el Gobierno, especialmente en el campo económico.
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